Las formas y texturas de los objetos son apenas pequeñas herramientas para un artista a la hora de crear, y es precisamente, porque todo cuanto existe sobre la tierra y fuera de ella, describe en el plano cartesiano, una figura o una imagen. Muchos autores han dicho que en la naturaleza predominan las formas irregulares, sin embargo, éstas, si se fraccionan, poseen formas mucho más básicas, que combinadas, hacen posible la “irregularidad”. Las formas básicas o elementales que conocemos como figuras geométricas están presentes, tanto en las más diminutas partículas de la materia, como en las más ciclópeas estructuras siderales. Los electrones de un átomo describen una línea orbital alrededor del núcleo; he aquí, una trayectoria elíptica que, en términos matemáticos, pudiera llamarse una figura perfecta. La forma misma del planeta tierra “es esférica y achatada en los polos”, el arco que forma la cuerda cuando dos niños la toman por sus extremos para jugar, es absolutamente perfecta. La circunferencia que dibujan las burbujas de jabón en el aire, invitan al artista a la generación de exclusivas obras conspicuas. Las plantas con sus inexorables simetrías en las raíces, en las hojas y en los mismos frutos, despiertan en las profundidades del ego artístico, un encuentro con la musa del canto o de la pintura, o del que escribe poesías.
Todos estos elementos convergen en un solo espacio, en un solo espectro visible, en un momento determinado, los 55 grados que la mirada humana puede ver en un instante de tiempo y los cientos de olores que el olfato puede oler en ese mismo tiempo. He aquí otro de los grandes espectáculos de la naturaleza: “Los olores”; pareciera que tuvieran vida y ofrecen al espectador una gama de posibilidades para pensar e imaginar mundos, los olores pueden traer recuerdos, imágenes, historias a la mente; también pueden alejar remembranzas o personas y son capaces de enviar información al cerebro en tan sólo un pestañar. Los animales por ejemplo utilizan sus olfatos para tomar decisiones, tanto para su sobrevivencia como para su procreación, y los humanos no están tan lejos de esta realidad, pues las fragancias o perfumes tienen un grado de atracción entre los sexos. Es inevitable dejar de mencionar la importancia que tienen los olores en la producción de obras artísticas, ya que forman, un eje transversal sine qua non en el creador más noble del planeta. Dicen que los olores tienen colores, dependiendo del perceptor que lo detecte, si esto es así, surge entre nosotros un nuevo elemento qué estudiar: “Los colores”. El mundo infinito de la colorología, o de la cromología; el color, tal como lo describen muchos científicos, posee características muy particulares. Tonos, intensidades, temperatura, textura, brillo, grados, profundidad y otras increíbles cualidades que, sin lugar a dudas, incentivan a los autores al derroche de invenciones, que por supuesto, muchas son brillantes, otras hermosas y otras controversiales. El mundo del color es el mismo mundo de la óptica, pero desde perspectivas diferentes, pues si no existiera la vista no se apreciarían los colores, claro está que hay otros factores que permiten esta posibilidad como lo es la luz y el cerebro, uno que hace posible el “verlos” y otro que los identifica y los clasifica. Cuando los pintores quieren que alguien entienda el color que ellos ven en su imaginación siempre lo asemejan con algo que ya conocemos sobremanera, como el mar o el cielo, la sangre, la hoja o sencillamente una rosa y se originan entonces nuevos nombres para designar la gran variedad de colores: verde manzana, azul celeste, vino tinto, rojo carmesí, azul marino, rosa vieja, las expresiones son del tamaño de la imaginación; tanto que podemos decir: amarillo pollito, y nuestras células cerebrales, cual “impresora virtual” programan el color en nuestra mente. Hay quienes dicen que los colores también suenan, asociando tan importante elemento, a otro no menos importante como lo es: “El sonido”. La acústica es la ciencia que estudia las características del sonido; sus peculiaridades brindan al ser humano un abanico de interrogantes que hoy en día tienen mucha tela que cortar. El sonido para los científicos es preciso, inflexible y absolutamente matemático, para los artistas es sencillamente, impredecible y elevador, con la combinación de sonidos se pueden alcanzar melodías tan agradables al oído, que son capaces de dormir a un individuo, como también despertarlo, una melodía puede causar molestias a una persona como también incentivar a los soldados a la guerra. Una combinación de sonidos puede inclusive, capturar la atención de una bella mujer, como también ahogarse en una resignación eterna. Los sonidos son intangibles, sublimes, eternos, exclusivos, originales. El oído humano sólo puede percibir una fracción de ellos, hay miles, que no los oye; y como es bien sabido, los sonidos son graves o agudos, y los que son demasiado agudos son llamados (por los científicos), ultrasonidos, y los que son muy, muy graves, son llamados infrasonidos. Ahora bien, ni los infrasonidos, ni los ultrasonidos pueden ser percibidos por los seres humanos. Y es precisamente aquí, lo más interesante de todo; existen animales que sí pueden percibir éstos sonidos y no sólo esto, sino que ellos pueden emitirlos; como es el caso del murciélago que utiliza ultrasonido para comunicarse entre ellos y para los efectos de “sonar”, ya que es un animal que no posee visión y se vale de éstas cualidades para desplazarse sin “chocar” con los obstáculos. Ahora, por el otro lado están los elefantes cuya forma de comunicación lo hacen con infrasonidos, y pueden establecer conexiones con otros parientes desde distancias muy remotas, por las características de los sonidos bajos, que poseen frecuencias de ondas muy amplias. Se pudieran escribir muchos libros con tan sólo éste particular pero no es nuestra intención, sino asociar y comparar elementos naturales con el gigantesco mundo del arte. Erick Sanabria
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